Los tatuajes llegados del frío
Los orígenes del tatuaje siberiano se remontan a los pueblos nómadas, que lo usaban como signo de reconocimiento y como medio de comunicación. Eran gentes paganas, que usaban una simbología religiosa que representaba a sus tótems. Luego, con la llegada del cristianismo, los signos paganos fueron absorbidos por los cristianos, creando una red simbólica de tipo sacro-profano muy habitual en la tradición siberiana.
Este tipo de tatuajes indican la pertenencia a una comunidad y por ello es altamente simbólico: cada símbolo es una palabra, por eso, un cuerpo tatuado es como una historia que lo cuenta todo sobre la persona que lleva esos símbolos, con una fuerte carga religiosa debido a su profunda relación con la fe de los miembros de esa comunidad.
Por tanto, un cuerpo tatuado es como un libro misterioso, que muy pocos saben leer, porque los símbolos toman significado solo si se decodifican dentro de la composición completa. En esta tradición, los siberianos empiezan a tatuarse muy jóvenes y continúan durante toda su vida, de modo que sus historias son legibles sobre su piel a través de tatuajes.
En la cultura siberiana el tatuaje servía para sustituir las palabras y era, por tanto, una cosa muy íntima, tanto que los siberianos nunca hablaban de sus tatuajes, solo quien sabe interpretarlos puede comprender enteramente su significado y, en consecuencia, la historia o mensaje representado.
El tatuaje se realizaba a mano con una especie de baquetas o palos, y para terminarlo podían hacer falta varios meses. Durante este periodo, tatuador y cliente vivían juntos, estrechando aún más su vínculo. Al final del proceso, el tatuador no pedía explícitamente la remuneración por el trabajo realizado, sino que era el cliente quien, según sus posibilidades, establecía el importe del pago, que también podía no ser en dinero.